Ocurría
que cada vez que caminaba bajo la noche uniforme me embobaba con ella. Eso ya
era costumbre. Hubo una caso que estando en la parada de autobuses, me disponía
a comprar el boleto de regreso. Pero vacíos estaban mis bolsillos, no hallaba como
pagar. Me dije: —¿No traía una moneda conmigo antes de llegar acá? Y al salir
de mi embobamiento, caí en cuenta que la única moneda que había vislumbrado,
colgaba muy redonda junto a la noche uniforme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario