sábado, 17 de diciembre de 2011

Muñecas - Casa Rosa Vegas

Indiecitos gemelos - Casa Rosa Vegas

Flor de Cayena - Casa Rosa Vegas

Bahía de Pozuelos - Envejecida con Photoshop



Accidente aéreo - Cabecera de pista del aeropuerto de Cumana, Edo. Sucre. 2.010



Como siempre...


Como siempre
   sustancioso en su natural baúl terrestre 
hasta que alguna mano bucólica
engrandece la inviolabilidad de la papa  

Farol quebrado...


Farol quebrado
nítida luna
 la penumbra es la cárcava que la noche ahonda sobre las formas

lunes, 12 de diciembre de 2011

Qué manos pactaron en el ayer...

Qué manos pactaron en el ayer         en la lejanía
         para que hoy se logre utilizar sus planes

               nada permanece palpable
 sólo en recuerdos

Y allí se instituye el mar...


 Y allí se instituye el mar         se asienta el azul
     con su anchura
                    arrollando mis manos insubstanciales

en este instante                 la infinitud no se acoge ante las conformidades

Mientras la observaba en silencio...


Mientras la observaba en silencio

           poco a poco se alejaba en sus ojos destituidos



luego de tanto quehacer

    la tregua fue su último naipe

Mujer indígena

     La vi vagar con esperanza
                     y un vacío

  comprendí que la moneda era una tortuga
hacia sus manos
                            bajo el mordiente sol

jueves, 19 de mayo de 2011

Humberto Ak'abal




Nació en Momostenango, Guatemala en 1952 .Es poeta de la etnia Maya K'iche. Piensa y escribe sus poemas en lengua K'iché y los traduce al español.



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DOS LÁGRIMAS

Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.

Parcela


      A veces    esperanzado     echa la vista
   para apreciar su frondoso jardín
     -parte de su hogar-
  cautivo al otro lado del muro

Esperanza


      La anciana
   saca de su harapiento faldón
 lo único que no pudieron despojarle

       el regreso a su hogar
   está simbolizado en esa llave

Quema

      Esas manos aldeanas
       ¡ay esas manos ahogadas por la ceniza!

     regresan
              con el color catastrófico del amado olivo

martes, 10 de mayo de 2011

Amaneceres

Criterio

         Al enfrentármele y oír su criterio
   dirá lo mismo que pienso:
        "cautivo de la insensibilidad
    cargador de penas"
      ¡y cuántas quejas más!


         ¿Qué otro argumento
         le puedo exigir al espejo?
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Esos granos


Terrestres y maduros
      esos granos que han estallado en ti

   Acercándose mis manos campesinas
 para cosechar tus ojos
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A partir de entonces

  A partir de entonces
        fue que empecé a conocerme
     sintiendo cada palabra que escribía
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Descalzo

Ando descalzo
       no por falta de alpargatas
   es mi modo de eternizar
        en tierra
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Como nunca antes

Como nunca antes
    había llorado de este modo

      de tal forma la recuerdo
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El Baile

     Baila libre
    con un ritmo suelto       y sin cuerdas

    Ahora ese cabello venciendo su rosotro

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Recital

      Absorto con este recital
     que dudo se destrone fácilmente

   ¡Agua que desciende por las piedras impidiendo el silencio!

lunes, 25 de abril de 2011

El escrito [Amaneceres]

   Para ti
 dos palabras en el papel fueron suficientes
          para mostrarme
     pero no fueron mis dedos los responsables
mis ojos las derramaron

Desbordamiento

     Cada vez que llega la hora
  sus fuerzas disminuyen poco a poco
 causando un acontecimiento vespertino
              con una peculiar ruptura sin estruendo

       pero qué ocasión para contemplar
    el desbordamiento del ocaso

Interés

    Seamos sensatos
  eres un amor cuando te requiero
y tu sensualidad me relaja cuando nos juntamos
       y así nos complacemos
        pero hay que mantener distancias
  porque sabes muy bien      que entre nosotros
     existen otros compromisos
                  tu perteneces allá
     y yo acá
en eso habíamos quedado
      ¿no es así Soledad?

viernes, 22 de abril de 2011

Enseñanza de la muerte

     Ayer contuve hasta no poder
             un número de flores que me produjeron lágrimas
         no supe detener aquello

   de pronto la muerte se me acercó
           y dijo:

-El mundo no me entiende       por ello me maldice
        hoy ves sequedad y dureza
     yo sólo despejo el camino

luego desapareció

Hoy como siempre estoy en ese lugar
          y me he elevado con placer

     La muerte ha cumplido su palabra

jueves, 21 de abril de 2011

Caminata

De pronto
atravesando
        estas calles
        me mantuve
   junto a una terrible oscuridad
que limitaba al mediodía

Sólo una rosa


   Luego de tanta fatiga
la dejé con sus ojos descansando
        y tan sólo me dejaron traer
     como recuerdo
   una rosa de su corona

miércoles, 6 de abril de 2011

R.V.


Partera

terrestre,
tus manos
moldean al campo.
Cuánto apego en las tapias:
espejos, colores, Marías; tu cortesía para los ojos.

viernes, 1 de abril de 2011

Tablones de afecto XIII - XX

XIII
Observando tus manos, he escuchado a distancia
sucumbir el encono y trastabillar la ira;
en tus manos que amasan el amor requerido
gano lo que ha perdido el mundo en sus trajines.

Observando tus piernas, he visto como el mar
reclama sus espacios que le han sido robados
para así prodigarte sus conciertos seguros
de cuerdas y metales, y con plenos poderes.

Disfrutarte al contacto de frutas y placeres
dentro de los extremos que disponen y prestan
los hemisferios blancos en su instante llegado.

Nada oprimo o reniego cuando de ti se trata,
libero con cautela todas mis voluntades
hasta poder guardarte en mi baúl de tablas.


XIV
¿Qué llevas a tu boca que no sea mi boca?
¿Qué guardas en tus manos que no sea mi nombre?
¿Qué miras en el círculo que no prive mis trazos?
¿Qué respiras ahora que no dude a naranjas?

¿Cuándo es tu encrucijada de maíz y ciruela?
¿Cuándo fue que llegaste al sur de tu belleza?
¿En dónde sostuviste tu primera ilusión?
¿Quién dividió tu rostro con el filo de lágrimas?

¿En tus senos autónomos qué fruta cedió tanto?
¿Si se entrega la noche con qué acento te expones?
¿Si tus manos son lácteas por qué tu voz secreta?

¿Te agobio con preguntas o quieres mi retiro?
¿Por qué no me reservo y empiezo a tocarte?
Renuncio a mis demandas y hago el pan en tu boca.


XV
Revisto
tus manos
con uvas
y letras.

Instalo
mis ojos
al mundo
que asumes.

Amante
de trigo,
mi hallazgo.

Postulo
tus pétalos
de tregua.

XVI
¿Qué dices de esta grama que sigue con el agua
y logra el precedente que la Sociedad pasa?
Las lágrimas sonoras incurren con su prisa
ocupando regiones y acaparando tiempo.

La luna se distingue sin su vínculo de uva,
y los ocasos vistos son toneles de vino
vaciándose por días de hachazos invencibles:
se elevan los residuos entre rocas y olvidos.

Y no obstante aquí sigues, apretando mi mano
con fuerza categórica de quien aprecia y dura
en momentos de crisis y calles sin sentido.

Y por mi voluntad entregaré mi boca
para lo que pretendas en estas circunstancias,
y así manufactures la pieza que te fija.


XVII
Con esos pies de altura, piezas vertiginosas,
originas mi asombro en las calles y plazas;
nada logra pescarte, ni siquiera mis brazos
cuando van distendiéndose en su extenso paréntesis.

Tus pies, van a la marcha de la brisa en la tarde,
y en las duras esquinas se pierden como el sueño
al despertarse solo sin el papel a mano
y las nociones yéndose por el hueco del tiempo.

¡Qué vestigios posees! ¡Qué logros desenvuelves!
Una noche en tus pies sólo es equivalente
a merodear frutas en huertos específicos.

Amor mío, en tus pies dilapido mi lucha
y no me restituyo en mis labores diarias
hasta que me asegures los minutos en ellos.


XVIII
Temprano fui a tu pelo para restituirme,
y lo hallé recubierto con la sal de los días,
entonces con mis manos me dispuse amasarlo
con la clara firmeza de quien canta en las ferias.

Rompía la mazorca su cobertura de oro
para desmenuzarse lentamente en tus sienes,
y los trenes frenaron su trayecto específico
para no despejar tu peinado doméstico.

Como nunca jamás profundicé mis manos,
las entregué sin precio, para anotar tu risa
en nuestros documentos que resguardo en baúles.

Tu pelo en ese instante fue ciruela entregada,
y de allí comprendí que a tu lado prefiero
dormitar mi cansancio impuro por el polvo.


XIX
Tu garganta es un árbol, macizo y delicioso;
en ocasiones fija su sombra hacia mi boca;
también le nacen frutas del color de tu piel
que son distribuidas en la hora del almuerzo.

Tu garganta es un cofre abierto en el perímetro,
un cofre sin cerrojo, donde las manos sueltas
hurgan hasta ubicar el objeto que adoran
y luego establecerlo para sus voluntades.

Disponible y frutal, tocante y fluorescente;
dado para el marino que lo juzga precisa
sin la mala intención por darla a la deriva.

Ese anexo en tu cuerpo lo canto con fortuna,
lo celebro con risas, siempre y cuando dispongas
aproximarte a mí cuando la sed me abata.



XX
Desnuda me desarmas, y los ojos me nombran
del gusto, altura, indulto, que disuelve las noches;
desnuda eres el viento que impulsa los maizales
e instauras el agosto para estallar ciruelas.

La ropa te hizo esclava para ocultar tu anuncio
y eso no fue servible, porque luces autónoma
pasando frente a mí como sal para el pan;
y te llamas diamante, campiña, mensajera.

Eres fruta dispuesta declarada en los huertos
evangelio encontrado, gozo del campesino
que ha venido a besar el cansancio en su brazo.

Y no despreciarás la riqueza a tu mano,
porque eres poderosa en este advenimiento,
y mis manos olímpicas declararan su patria.

sábado, 12 de marzo de 2011

Tablones de afecto VII - XII

VII
Eres ineludible, destacada, absoluta,
espacio de la noche para tener la siesta;
en tu origen la industria dispuso sus horarios
para transformar átomos que sellaron tu altura.

Tu volumen se ajusta a las normas mecánicas
dentro de los ensayos y las proposiciones;
siendo yo el estudioso que celebra el hallazgo,
firmé la institución de tu fórmula hallada.

El costo del oficio siempre estuvo congruente
y no me escatimé en trabajos ni en medios
para así mantener el ideal pensado.

Inapreciable lucro, has salido oportuna
y convienes directo al hueco de mis brazos
que siempre se inquietaron por tomar tus partículas.


VIII
Dentro de esta oración asomas predicada;
del lado de los verbos retozas, sobrevuelas,
desfilas en el margen en proceso presente
y no desapareces en la señal del punto.

Leal a las palabras, dimensionas simétrica
y los ruedos semánticos te envuelven, te circundan;
sé tus significados que han sido revelados
ante las perspectivas de lo imaginativo.

Mujer, en mis papeles te simbolizo lúcida
porque cuando acentúas en el momento gráfico
mi lápiz corre libre sin agotar su punta

y mi conducta elige ser incitante y grave
y así es como apareces con cuidado retórico
sin recargas que dañen tu figura expresiva.


IX
Te veo inalterable en la paz de la sábana,
tan vidriosa en tus formas como cerámica honda;
asumes tal silencio que cualquier pensamiento
se oiría tropezar en este espacio endeble.

Ni un te adoro celebro por solo disfrutar
el blanco que tu piel centraliza en la cama,
ni quiero definir las gotas de tus ojos
por no perder el velo que marcan tus cabellos.

Que el destino me apoye en estas circunstancias,
que siga en esta escena y agonice más tarde
o hasta que el musgo surja en la humedad del día.

Mi querida pacífica, mantendré tu mirada
y tus gestos tendidos lejos de todo esfuerzo
hasta que yo consiga el pan para tu boca.


X
Mi perla necesaria, mi fuego perdurable,
tú mi boca de luna, mi juicio predilecto,
mi anhelo que transita, tú mi mano de orégano,
la tregua en que me apoyo, enredo de mis brazos.

Te tengo como quien ama el olor de la frutas,
como quien se delata en el tiempo de pausas,
como quien se tropieza mil veces con la calma
y espera que acontezca la rosa fulminante.

Nunca jamás retuve la moneda en mis manos,
mucho menos de dar mi respiro recóndito
hasta que sucediste antes que algún eclipse.

No eres repetida en este jardín plano,
y vives con el mundo ─aún sueltas sus plagas─,
mientras vas preparando galletas en los hornos.



XI
Tengo algo de sed, el hambre me consume;
el cansancio en mi espalda es arena filosa
tirada por mil bregas que nacieron en días
y noches desabridas que estallan al caer.

Amor, tus densas manos, tu facultad autónoma,
tus brazos terrenales, tu marcha invulnerable,
aquello que posees y viene en tu semilla
es figura esencial de las flores ignotas.

Tinajera triunfante preciso de tus nervios;
dale a este inexperto extraviado en su abismo
el pan por el que indaga y tranquiliza su hambre.

Beso tu contextura, cubro tus desmayos,
hago lo que pretendas; porque bien interpretas
a los seres que piden la abundancia que llena.



XII
Cuando nada te place tu voz se hace tornado
y tu libre semblante se hace abismo sin fondo;
pierdes las escrituras de las gratas orquídeas
y tus oídos penan en un pacto deforme.

Libras esa leona que apunta con sus fauces
a todo el aposento en busca del injusto
que ha escupido el delito hacia tu corazón
que tanto has amasado en tu vasija dócil.

Quiero ondear mi enseña de armisticio y vereda
que puede reparar esa flor de alegría.
Las bocas en revueltas son cuchillos perversos.

lo siento, no lo quise, no guardo en mi las sombras
que rompen las alianzas hechas de trigo y pan,
por eso me arrodillo y te entrego mi palma.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Nº40 Mujer




I

A ti mujer, que te llamas Eva,

o Chalchiuhtlicue, o Mama Quilla,

o Manuelita,

o Abril, o Trista,

o como sea tu rostro.

Mi palabra efusiva

te necesita para celebrar tu ofrenda de pan.

Eres conveniente y requerida

para mí y para todos,

porque abres el camino para disponer en este mundo

la alegría y el dolor.

Traes contigo la vasija con agua,

no para cargar, sino para dispensar

y entregar a quién lo requiera.

II

Te he leído como quien ha hurtado la manzana

o llorado junto al espino sangriento.

¡De relatos reales o concebidos

te asignaron para que anduvieras aguda!

Por un pincel te sembraron una sonrisa

que aún tiene nombre lejano,

o por amar al infierno ─según testigos─ te quemaron

hasta apagar tus gritos.

Luego asaltado el tiempo y los límites,

en la América domada,

amasaste la harina o batías en el pilón

el canto del África, mujer esclava,

y tu seno era para el niño blanco

y para tu hijo esclavo;

y tú mujer blanca,

con el oro encima y los versos

para el alma, también callabas,

a la par con la cosa de la hacienda.

Y entre vibraciones de cadenas,

te llegaba el tiempo de las decisiones:

el olvido en la rueca o la presencia en batalla.

III

De este modo te amo, no por decirlo,

ni mucho menos para hacerme escuchar,

pero es así que me debo y decido correr

contra la corriente o en su dirección.

Quiero poner mi mano en tu pecho,

pues ─como labriego─ requiero del tacto

para sentir y pulsar la tierra,

no por asedio, sino por condición.

De los momentos

en la que creaste mi llanto

en mi necesidad de amante,

sabes muy bien ─y sonríes─;

pero no debo olvidar

del recinto que dispusiste

para unificar mi volumen,

y luego la hostia que tu pecho destilaba

para mi hambre naciente.

Por todo sufrimiento y satisfacción

que has ordenado con tus manos:

te amo mujer.

IV

A ti, empanadera, laboriosa del maíz,

te ciño mis palabras.

A ti, promiscua, amante de ellos,

te ciño mis palabras.

A ti, esposa, substancia del hogar,

te ciño mis palabras.

A ti, capitana, soldado agregada en nuestra historia,

te ciño mis palabras.

A ti, sufrida, alma olvidada,

te ciño mis palabras.

A ti, risueña, dientes de luna,

te ciño mis palabras.

En fin, esencia única y reunida

como en un bosque,

simple y pura

en una sola palabra: Mujer.

domingo, 6 de marzo de 2011

Tablones de afecto I al VI


I
Emerjo de la nada para verte y cumplirte
y te descubro verde y húmeda como el musgo;
¡por cuánto tiempo anduve en esta indagación!
El tiempo se agotó de tanto ruego mío.

Amo circunscribirte con mis brazos y halagos
y percibir tus pasos como una escena libre;
decirte con palabras lo arcano y lo sinuoso
entre el alto del cerro y las curvas del mar.

Tus manos de alfarera era lo necesario
para remodelar mi barro sin escrito;
nada es como tú ahora, ni siquiera un eclipse.

Te embotello con letras, te atajo sin manía;
sólo para tenerte entre el bosque que pienso
y asumir por más tiempo el lance de tu mesa.



II
Eres una ciudad como ninguna vista;
tus brazos, tus esquinas y el placer de tus calles
pulidas por la brisa y el juicio de tu boca,
roja cual mediodía, se erigen por los aires.

Entre tus avenidas, perfectas y pacíficas,
consigo algún fragmento oculto a simple vista;
pero eres así misma un crucero silvestre.
Nadie te ha transitado como lo he decidido.

Tu cartel Bernardino enuncia tu comienzo
y el partir de tus días hasta hacer tus pasos.
Fue así que las turgencias abrieron nuevas rutas.

Aunque acontezca el tráfico, el embotellamiento
y el claxon disonante, hallaré la limpieza
para entenderte entera y regar tus parcelas.



III
En tus ojos consigo formas redondas de agua,
en tus brazos consigo la extensión a la arcilla,
en tus dedos consigo planes multiplicados,
en tus piernas consigo la fibra indestructible.

Ningún trazo de ti capitulará al piso,
mucho menos se hará clandestino en los límites,
mientras el tema corra franco en mis venas
y pose como estatua en vanguardia a tu puerta.

Al oírte cercana en la zona del golfo
acudir velozmente para atrapar las gotas
─cuantas sea posible─ de tu lluvia propuesta

y reunir la sustancia que elabora en tu porte
de moneda nativa, ese algo fulminante.
Amanezco en tu esfera e instituyo la cita.



IV
Surges por la ventana en la hora que los panes
suben su contextura y el silencio concede
una página nueva en rincones y cumbres;
nada es prematuro como en la madrugada.

Amor, necesitamos deshojar las mazorcas
en ritmo de balada y seguir al crepúsculo,
nadar entre peñascos y hallar la resistencia
que tanto odian los golpes de la mar concurrente.

Asir un centenar de monedas sonoras,
que jamás se entregaron a manos desgastadas,
y lanzarlas al aire y liberar su roce.

Es así que me empeño en sufrir tu equilibrio
para no derrocharme entre olvido y crudeza
y centrar el futuro con propiedades tuyas. 


V
Te espero en esta silla para cercar tu aliento,
desbarato relojes que vociferan horas
y solo me facilito a la sal de las piedras
que estimulan mis pies al lugar de la pausa.

Te espero de este lado tutelando tus ojos
con el compás de llama que guardo en mi baúl.
Ya cerré mis pendientes, nada exige o decreta,
y la lista perdiz impondrá su estatuto.

Si llegas a mi frente te mostraré el libro
escrito por mis nervios en la noche durable:
partículas de verbos con guanábanas frágiles.

Nada hago en otro sitio sino en este tablado
haciendo de la suerte la moneda anhelada
al tentar inscribirte en el rango de mi boca.



VI
Descubro en tu mirada el camino a las uvas,
la textura del pan inflado por el horno,
la tregua a los dolores causado por la ruina,
el semen de la lluvia que provoca mazorcas.

Imagino tallar aros a tu cintura,
senda libre y pequeña; recolecto los frutos
entregados en las ramas de tu granja primaria.
Nada suele ocurrir hasta que tú aconteces.

Única, en el desorden, carente de tragedias,
aparezco desnudo frente a tu puerta autónoma,
para que así los químicos nos mezclen, nos acerquen.

Madre de pomarrosa subraya su canasta,
y hacia el camino libre ella marca su voz
hasta hacernos ligeros entre agendas y sábanas.

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Escudo de Lucevelio