sábado, 12 de marzo de 2011

Tablones de afecto VII - XII

VII
Eres ineludible, destacada, absoluta,
espacio de la noche para tener la siesta;
en tu origen la industria dispuso sus horarios
para transformar átomos que sellaron tu altura.

Tu volumen se ajusta a las normas mecánicas
dentro de los ensayos y las proposiciones;
siendo yo el estudioso que celebra el hallazgo,
firmé la institución de tu fórmula hallada.

El costo del oficio siempre estuvo congruente
y no me escatimé en trabajos ni en medios
para así mantener el ideal pensado.

Inapreciable lucro, has salido oportuna
y convienes directo al hueco de mis brazos
que siempre se inquietaron por tomar tus partículas.


VIII
Dentro de esta oración asomas predicada;
del lado de los verbos retozas, sobrevuelas,
desfilas en el margen en proceso presente
y no desapareces en la señal del punto.

Leal a las palabras, dimensionas simétrica
y los ruedos semánticos te envuelven, te circundan;
sé tus significados que han sido revelados
ante las perspectivas de lo imaginativo.

Mujer, en mis papeles te simbolizo lúcida
porque cuando acentúas en el momento gráfico
mi lápiz corre libre sin agotar su punta

y mi conducta elige ser incitante y grave
y así es como apareces con cuidado retórico
sin recargas que dañen tu figura expresiva.


IX
Te veo inalterable en la paz de la sábana,
tan vidriosa en tus formas como cerámica honda;
asumes tal silencio que cualquier pensamiento
se oiría tropezar en este espacio endeble.

Ni un te adoro celebro por solo disfrutar
el blanco que tu piel centraliza en la cama,
ni quiero definir las gotas de tus ojos
por no perder el velo que marcan tus cabellos.

Que el destino me apoye en estas circunstancias,
que siga en esta escena y agonice más tarde
o hasta que el musgo surja en la humedad del día.

Mi querida pacífica, mantendré tu mirada
y tus gestos tendidos lejos de todo esfuerzo
hasta que yo consiga el pan para tu boca.


X
Mi perla necesaria, mi fuego perdurable,
tú mi boca de luna, mi juicio predilecto,
mi anhelo que transita, tú mi mano de orégano,
la tregua en que me apoyo, enredo de mis brazos.

Te tengo como quien ama el olor de la frutas,
como quien se delata en el tiempo de pausas,
como quien se tropieza mil veces con la calma
y espera que acontezca la rosa fulminante.

Nunca jamás retuve la moneda en mis manos,
mucho menos de dar mi respiro recóndito
hasta que sucediste antes que algún eclipse.

No eres repetida en este jardín plano,
y vives con el mundo ─aún sueltas sus plagas─,
mientras vas preparando galletas en los hornos.



XI
Tengo algo de sed, el hambre me consume;
el cansancio en mi espalda es arena filosa
tirada por mil bregas que nacieron en días
y noches desabridas que estallan al caer.

Amor, tus densas manos, tu facultad autónoma,
tus brazos terrenales, tu marcha invulnerable,
aquello que posees y viene en tu semilla
es figura esencial de las flores ignotas.

Tinajera triunfante preciso de tus nervios;
dale a este inexperto extraviado en su abismo
el pan por el que indaga y tranquiliza su hambre.

Beso tu contextura, cubro tus desmayos,
hago lo que pretendas; porque bien interpretas
a los seres que piden la abundancia que llena.



XII
Cuando nada te place tu voz se hace tornado
y tu libre semblante se hace abismo sin fondo;
pierdes las escrituras de las gratas orquídeas
y tus oídos penan en un pacto deforme.

Libras esa leona que apunta con sus fauces
a todo el aposento en busca del injusto
que ha escupido el delito hacia tu corazón
que tanto has amasado en tu vasija dócil.

Quiero ondear mi enseña de armisticio y vereda
que puede reparar esa flor de alegría.
Las bocas en revueltas son cuchillos perversos.

lo siento, no lo quise, no guardo en mi las sombras
que rompen las alianzas hechas de trigo y pan,
por eso me arrodillo y te entrego mi palma.

No hay comentarios:

.

.
Escudo de Lucevelio