sábado, 4 de febrero de 2017

Esa fragancia que va al aire



Caminando por tus tierras percibí la fragancia que domina el círculo de tus posesiones. El bálsamo que ha deambulado, con sus maniobras, por toda la cabellera del aire, provocando un holocausto espléndido.
Nunca antes conocí mejor intensidad para perderse o para disminuir las preocupaciones.
Aunque las circunstancias bulleran, se proclamó esta raigambre para distinguir tu territorio ante el rigor, ante la aspereza, que constantemente acomete para anular tus venas resistentes.
Desde la noche que has querido cicatrizar, se juntaron sombras,  se juntaron correas para obstruir, se juntaron barrotes, en un impulso por delimitar la doctrina, como mordeduras afanosas, para repercutir la fragilidad de tu patrimonio, y desde entonces, este milagro fue mezclado desde los pudores, para ascender, para adelantar, y para triunfalmente convertirse en estandarte.
Pero ¿desde dónde arriba?,  ¿cómo se combina para así distenderse?, ¿tendrá infinitud, o se derrochará como la arena?
Es la azucena la que comparte y reparte este vestigio en tu geodesia. La azucena que ha radicado sus raíces hasta donde la corteza es lava a causa del fuego plutónico, para endurecerse como pedernal con las elevaciones.
Como un estallido ha liberado el apogeo, ha dado el verdadero llamado para conmemorar la trayectoria del Jordán.
No descompone su estructura a pesar de las intentonas de obstáculos y cruces.
No condiciona su ramificación para permitirse abrazar tus fronteras.
Se ha triturado sus flores, se ha manufacturado toda su naturaleza vaporosa, cristalizándola en cosmético, para así sostenerse como mariposa húmeda, en torno al callo de las palestinas.
Es así, que preparo mi instinto cada vez que sobreviene un cuello de uva, y trato de escarbar ese trazo, esa señal, que perpetúa los aguedales donde se ratifican, sin ningún desaliento, tus azucenas.


jueves, 2 de febrero de 2017

Enamorado de ti, Palestina



No sé explicar cómo sucedió esta necesidad de amar, de adorarte.  
No sé cómo aclarar esta repentina emoción que descendió como una nube vertiginosa hasta donde me hallaba distraído.
De pronto me congestionó el pecho, como se embotellan los pulmones con el aire.
Reventó una primavera en mí, y no supe explicar tanto retoño, tanta humedad. Broza y rocío acudieron y permanecieron para calificar lo antecedente como accesorio.
Recuerdo, que para el suceso, un aroma de aceitunas, digo aroma, porque reprodujo su evanescencia en un conjunto franco, temporalmente extraño, pero indicado, tradicional, e hizo apurar y depurar mi respiración.
Por ello resucité aquél día feliz en que me hallaba pensativo. Obtuve un descanso para mi cansancio de entonces, y los ruidos del desahogo fue la carta indivisible.
A partir de ese minuto, se abrió una coyuntura para extenderse en mi frente y trazara fácilmente su cifra.
Lo digo abrazando la realidad, a mi realidad. Lo escribo en pliego para que se enrolle como una serpiente provechosa: estoy enamorado de ti, Palestina, de tu incesante búsqueda de la paz transpirada por el desierto y adelgazada por manos insufribles constantemente. De tus naranjas, que como soles, encienden la entrega en las fruterías. De tus hijas, herederas de la hierba en los ojos. De tus hijos, felices arrodillados en la hora hasta la última oración.
Sé que tu corazón lo tienes comprometido, inclinado para sobrellevar la cruz que te ha dejado la mejilla encarnizada.

Me comprometo, Palestina, a seguir tus movimientos y conseguir tu armonía despojada.

domingo, 29 de enero de 2017

Desenvuelta



No está mal visto, no existe sentencia contra la maniobra, salvo cuando está dirigida a comprimir la arena en piedra, como para un obelisco.
La dama ha bramado la heráldica, la dura hendidura por donde resbala el agua sexual.
Hace bastante olvido y sombra que no se demuestra tal herejía permisiva que suministre licencia a la aguja.
Este indicio, desdoblado, ha descubierto la herencia genital. Ha colgado en el aire la mercadería esencial.
Bajo este tratado de piernas desplazadas, para ventilar, para enfocar la vagina, es una extravagante e insólita trampa que se ha activado.
No es para nada accidental el descenso de las condiciones para limpiar este relámpago sin que perjudique la violencia.
¿Qué busca ella? ¿Qué intenciones encubre? ¿Es cortesana con qué motivo?
Con tanta primacía, el flagelo es, al parecer, fuego controlado. Lo que antes era objeto pacífico ahora es una baya tolerable.
Se ve que tiene ganas, muchas ganas, de ser amada perdidamente. Y con esta noche sin estrellas, abierta, tiene el medida para desplazar el mundo a su disciplina.

Desconcertante y pacífica, protagonista e imparcial.

No desea la gloria, ella desea que la glorifiquen.  



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Escudo de Lucevelio