viernes, 30 de diciembre de 2016

Nanorrelatos 30 diciembre 2016 [@LiteraturaAnz]

Anilingus
Ebrio a tal punto que se chupaba hasta el culo de la botella.
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Ruptura 
La disección reveló en el occiso una herida por despecho.
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Necropsia
En lo más profundo de su naturaleza se halla un ser frío y calculador.
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Batalla
En ocasiones sentía conflictos para sobreponerse ante sus miedos.
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Novela… ¿negra?
Antes de realizar su siguiente homicidio, el pandillero debía resolver algunos asuntos del corazón.
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San Valentín
El forense concluyó que el occiso conservaba un buen corazón.
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Francotirador 
Aunque el corazón de su víctima estaba encogido, pudo atinarle.
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Infanticidio 
¡Ay, la pubertad!, ¡la inesperada y compleja pubertad!
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Sabiduría 
Jamás hallaron pruebas, aunque la viuda sabía de las estafas de su marido.
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Decadencia
No hubo tiempo extra para su agonía.
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Reinado
Asume el deber de cancelar la hipoteca de su hogar.
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Susurro
Se dio por enterado lo que el viento se llevó.
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Abandono 
Concentró todo su esfuerzo para no coronarse en segundo lugar.
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Complot 
Lo acordado en aquel congresillo sentó las bases de una tiranía.
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Famélico 
El caníbal merece almorzar algo más que carne de soya.
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San Valentín
Le fue entregado el corazón por voluntad y por trasplante.
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Manía 
El narciso reprodujo su belleza en cada fragmento del espejo roto.
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Disparatado
A duras penas desenfundó el arma le atinó al payaso.
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Esperanza
El anciano no anhelaba ningún mañana.
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Entre la espada y la pared
Se había mellado la hoja.
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Forense 
Se  deshizo del cadáver. No hubo víctimas.

martes, 27 de diciembre de 2016

Nanorrelatos 26 diciembre 2016 [@LiteraturaAnz]


Árbol genealógico
Puso fin a la continuidad de su linaje. Colgarse a la rama más alta no le fue tan espinoso.
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Argot
La maña del pastor consistía en ser lacónico. Allí el secreto de su charlatanería.
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Acto gratuito
El subsidio en apoyo a la causa de los marginados tenía su precio. La sociedad le pagaría con ingratitud.
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Barman
Como todas las noches se enmascaraba con su uniforme en la taberna para luchar a favor del entrompado y su vacilón.
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Barman
Como todas las noches se enmascaraba con su uniforme en la taberna para entromparle una botella al archiconocido abstemio.
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Casino clandestino
Apostó a la ruleta con lo poco de su fortuna. Sin saberlo, se jugó la cabeza.
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Infidelidad literaria
A todas estas, el escritor decidió adulterar la trama. La presentó, a la editorial, como su Best Seller.
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Motín en altamar
Intentaban alejarlo, a toda costa, de la jefatura del barco.
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El polizón 
No estaba hecho para la mar. Pese a ello, arrumbaba el oído en la profundidad de las caracolas.
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Muerto de risa
El sindicato de payaso, para el que solía trabajar, ofrendó una corona funeraria en su velorio.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Nanorrelatos 16/12/2016 [@LiteraturaAnz]

Cuento de terror
Extinguida la humanidad, los fantasmas se quedaron con los nervios de punta.

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Pueblo fantasma
A duras penas erigieron la piedra fundacional en aquel lugar inhóspito.

***

Cuento de terror
Extinguida la humanidad, los fantasmas declararon la guerra al Apocalipsis.

***

Pánico
Los primeros en percatarse del advenimiento del Apocalipsis fueron los fantasmas.

***

Post morten
Aún así, decidimos continuar nuestro romance para que no muriera en el olvido.

Los olivares de Alepo


¿Quién compuso la guerra?


     ¿Quien compuso la guerra?
    
     ¿Quién implantó su régimen con reglamentos, con excesos?
    
     ¿Quién hizo rodar sus dados en la mesa?

     ¿Quién la hizo?

     ¿No se sabe, acaso, que sus dientes roen la hogaza de los días?

     ¿Por qué se empuja en acariciar esas barbas de Marte?

     La guerra es una mujer muy dura y duradera en el dolor. Al elevarse,
como propósito por nadie previsto, hace desvestir la rutina.

     Por más que le hallen razones o raíces ¡tarea desquiciante!,
la guerra siempre dolerá. Su ruido es tan confuso, que, con desmotivo ninguno,
acalla el tictactear de los relojes.

    

No existe guerra pequeña, eso nunca ha ocurrido, porque siempre
será extensible su terror, prefiere desbordar con la bilis cuadriforme la hidrografía
 y no fijar un pantano.

     Yo le tengo miedo, ¿y quién no? ¿Acaso tú?

     ¿Quién no teme extraviar la palabra en su insolencia?

     ¿Quién o quiénes piden estar en ella? ¿Cuántos piden
bailar detrás de su rabo?

     Insisto, la guerra siempre duele.  Con tan solo nombrarla,
duele. Intentar olvidarla, duele. Duele porque duele. Duele
en mis pies, duele en los tuyos, duele en los del vecino. Duele en toda
las estaciones y a toda hora.

     Y en los individuos detrás de ella, en el anonimato,
al parecer no les duele. Y quien ha muerto, ya no le duele.

   
En Alepo, la guerra le cambió los nombres a los días, por:
vacío, sima, detrimento, despojo, dureza, carcoma, olvido.

     Sin importarle el territorio nominado, la guerra refrota por sus
narices cuáles huesos lustrar y
dónde escarbar el pudridero.

     Nadie supo la anchura de las calles en Alepo, sino
hasta cuando el bombardero las encajonó en la ruina.

     En la guerra hay un mundo, un Alepo, con un estratega ardiente
que ningún ciudadano absolvería.

     ¡Oh, guerra!, ¿Cómo destruirte? Quien lo
intentare,
invocaría, sin saberlo, sus mismas armas, y así habría vencido nuevamente.



 
 
Los metales destructores de muros 
 
 
       Cuando aconteció la era de los metales, cuando al fin pudimos moldear las durezas de la tierra, 
sus especias más férreas, se nos ocurrió, antes, durante o después de la forja, colocarles nombres, 
porque, hasta entonces, no tenían signo ni rostro 
y era necesario elegirlos para conocerlos, para subyugarlos. 
 
       Y así fue que llamamos 
al cobre, cobre; al bronce, bronce;
al hierro, hierro.
 
       Y advenidos los señores nuevos, nos permitieron, en un principio, 
las herramientas para el trabajo,
y luego, sin nosotros intuirlo,
nos castigaron, nos suspendieron la lógica, con armas incisivas: dagas, puñales, jabalinas, espadas.
 
       En ese momento, momento neurálgico, deduje 
que la guerra se nos había posado a los oídos, convenciéndonos en desechar lo hecho.
 
       
       Y los subyugados fuimos nosotros.
 
       Tiempo después, ya negado el engaño, nos tropezamos con otros metales, más 
fraternos, más nobles, con aires de castigo, de amenaza, para moldear 
las espoletas, los mecanismos espinosos destructores
de los muros de Alepo.






El niño de Alepo


     ¡Ya basta! ¡Ya basta, señores!

     ¡Detengan las insistencias de sus cabezas de furia!
    
     ¡Por Dios! ¡Cuántos dedos pueden proveerle a la atrocidad!
    
     No deberían darle espacio a la infancia en la guerra.
         
     No deberían, siquiera, empujar su anonimato en ella.

     No deberían restregar su nieve, cuando vaga, en reclamo, un albedrío delirante.

     Allí lo veo sentado, inmutable en su triste inocencia, calcinado el capullo.

No sabe llorar, no ubica el llanto, o no está al corriente de la altura de su desamparo.

     Quizá el llanto se le haya caído detrás de las transgresiones. Quizá.


Quizá no sepa el cómo, el cuándo desecharse tras resquebrajarse los cartuchos. Quizá.

     Quizá no palpa su tristeza, o acaso sí, la de los otros a quienes no ve, de los caídos,
del hogar, de lo que queda. ¿Es esta
la otra razón, la otra normal evidencia
de sentirse vivo? Quizá

     La iniquidad, la maga agresora, la que aspira y conspira contra la armonía, la que, en este relámpago, impactó desde el sobresalto,
deja al niño de Alepo con su día desprendido,
con el polvillo venciéndole su pequeña frente apabullada.

En sus ojos
no logro ver nada, no hallo una intensión de luz sobre cómo permanece su alma. No reconozco
la infancia en esa postura, con las manos pacíficas como en un atardecer.

     Está pasmado. Al parecer la resignación es su vianda, es su tendón de costumbre. Por eso no malgasta sus lágrimas,
el vencido no recurre a la simple angustia por la rutina.

    
El niño de Alepo es un residuo rescatado por pocas manos desde
que partió el caos hacia su pureza.
     ¡Qué traspiés a la sabiduría, al corazón!, sentirse más humano, desde la entraña, ahora, encendida la ausencia y no cuando nunca.

Las acusaciones ante los monseñores no tendrán ningún sentido, mientras éstos, glaciales, perpetradores, prefieran soltar las amebas
y no las alevillas.





En Alepo

    
Cuando la guerra se abrió de arriba abajo en Alepo, cuando izó su frente frenética, los malestares de las semanas repercutieron, como nunca antes, sobre los hombros.

Fue la ocasión para que los metales escondidos guarecieran los sueños de los alepinos, también para que ahondaran sus sepulturas en las granjas como fauces irritadas.

La noche no pasó inadvertida de tanta rotura, y su humedad debió posponerse hasta tanto los humos liberasen, de sus crestas, cada uno de los alminares.

No es de extrañar que se suministrara una dosis de Vietnam,
un solo mediodía de éste, o mejor dicho, una de sus suturas, una de sus impurezas, uno de sus histerismos.

Imitaron, con tal humorada, los desgastes de aquellas armas en las emboscadas, de su Napalm se permitieron la combustión
y carbonizar el duro olivo. Provocaron gradualmente las drupas hasta amedrentarlas.


Las detonaciones fueron sustituyendo al silencio en su caja para oídos. Truenos que nadie amaría. Las abejas del día
decayeron todas, una a una, en mal momento, por las balas homicidas.

     Y los residentes, al cerrar de ojos, fueron ciudadanos, al siguiente, asilados.

     Los cocinas, todavía en reposo con los almuerzos, desaparecieron bajo los escombros, con todo lo hervido y el hambre fue el signo compasivo de seguir viviendo.

     Los barrios fueron devueltos, o revueltos a la arcilla, con tal severidad, que no fueron merecedores para amasarlos.

     No llores, hermano, no lo hagas, pues si lloras, si impones tu lágrima, le recordarías a los alepinos, a los cadáveres, a todas las hojas perdidas, que en los ojos, además de las migas, también cabe el llanto.
    


miércoles, 14 de diciembre de 2016

Nanorrelato [@LiteraturaAnz]


El Jinete sin cabeza galopa a toda furia, detrás su legión maldita. No se percata que encabeza la ofensiva.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Sobre el raciocinio

Cualquier persona que acepta como fidedigno un criterio ajeno, sin haberlo profundizado por el diagnóstico natural de la especie, es decir, el pensar, en verdad es el reflejo de una especie de animal cualquiera.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Ron con Coca-Cola



«Mi barba significa muchas cosas para mi país. Cuando hayamos cumplido nuestra promesa de un buen gobierno, me afeitaré la barba.»
(Fidel Castro, 1959, entrevista con la CBS)


No se pongan de pie, que aún no es hora de la ovación. Las manos no tienen
el espacio entre ellas para aplaudir. ¡Hay que ayudarlas!

Todavía no se festeje, pero dispongan los pasapalos 
en la nevera y las servilletas en la despensa.

La Coca-Cola la llevo bajo mis brazos, y el ron…
estoy por elegir cuál marca comprar.

En cuanto al granito, no solo hiede a ergástula, 
sino a dama martirizada. Me obligan 
a respirar el mal y esto adormece mis pulmones.

La leyenda mantuvo su obsesión a toda costa, pero el juanete no deja calzar 
bien el zapato. Sería disparatado aletargar 
la marcha con trabas ya obsoletas.

No se diga intactos, renuentes, incorregibles, a quienes 
nunca se trasquilaron, porque al final de cuentas, 
las canas fácilmente la arrastra la tormenta.

Lleven vasos, muchos vasos, incontables vasos, porque los míos, algunos los perdí, otros fueron robados. 

Eso sí, por el día de hoy ¡Hay que brindar!

¡Salud!

jueves, 24 de noviembre de 2016

Salmo del orgasmo





El orgasmo aplasta la frialdad, y disminuye la molicie. 

Se arriba a la luna sin soltar la gravedad de la tierra. Se recorre un ascenso de pocos segundos, hasta las almohadas o cometas atados.

Un par de latidos detonan, estallan, un par de palpitaciones se inflaman, sin promover al mártir y al dolor.

Nada está previsto en este acto, y aun así el regocijo es repentino.

Se suelta al flujo a su carrera, las arterias ya no mecanizan.

Es así como el orgasmo, eco que impacta y no mata, al cuerpo, a la carne hecha pública, aparece como multiplicación de la ecuación orgiástica.

Noche tras noche, cama tras cama, y solo cuando el sudor deja rastro, se escribe esta crónica de los placeres.

Es un sencillo atrio, con una anchura espléndida y transitoria. Deja responsables que no responden por la fatiga causada. 

Es una agonía, no por desmandar resuellos, no porque a los músculos, desnudamente contraídos, retarde la reacción, sino que hace dudar la rutina.

No es necesario que caiga el crepúsculo, ni que se obligue el declive, solo que las caderas se incorporen, se arrimen a una sola.


Diosdado




Diosdado. Diablosdado. Dios a dado al Diablo.

Toda la coca del mundo ronda por tus axilas
y el sol se asfixia por tanta nube. ¿Cómo vivir, 
sobrevivir, los días con el espesor que
intimida, agrede, desde tu
mansión?

Asumiste un teatro terrible en la que la moral
la rompiste hasta hacerla papelillos, y el descaro tomó la forma de un rostro desfigurado,
pero que tiende a dominar la causa 
empapada de morbo. 

Diosdado, naciste para jodernos, y nos jodiste. Te engendraron para 
ocasionarnos un caos, un abismo,
del cual es complicado resolver con pocos instrumentos,
porque tales instrumentos te lo has robado 
para tu lucro de bestia, o los escondiste 
en la turbiedad de tus bolsillos. El amor en 
ti coaguló por las venas secas o cayó 
alguna vez en el excusado para perderse por toda la eternidad en las cañerías.

Para fundar la grosería, tu loca industria, debiste destruir otras ya erigidas hasta el horizonte, por manos eficientes 
en sus primaveras sacras. 

Pero fue más duro, más resistente, más potente 
tu alcaloide 
para enyesar las calles por donde los narigones
están pendientes 
de esnifar cualquier gramo.

Pisaste sin compasión los hombros de la sociedad,
nos pisaste la esperanza, a la lombriz que trata
de enriquecer la tierra. La execración se 
posó en tu sien para aconsejarte, te dijo el cómo, el cuándo, el dónde
interrumpir con engaño la tenacidad. 

Al parecer el cansancio no sacude tu hostilidad,
las semanas pasan, pasan, pasan, hasta herir,
y con el micrófono enganchado en la arenga 
tu discurso suena a disparo que aturde, a heces 
que hacen estallar las cloacas.

El gran difamador anda suelto, impunemente, por 
las avenidas. ¡Hay que encajarle un escupitajo de 
justicia en los ojos! ¡No hay que perder más tiempo,
y poner en uso el orden y el castigo por mandato del pundonor! ¡Hay que hacer cumplir la rectitud al que tiene cogida de nalgas! ¡No hay nada más inadmisible que un proscrito
recitando la ley dislocando el hocico!

La condenación se produjo en esta tierra
en el instante que posamos las manos en los hombros
que te acompañaron, y que jamás aguantaron un día con la nobleza en las
rodillas.

El debate debe continuar contra los ciegos, los ilusos,
los sesos en el suelo, no para despreciarlos 
por sus acciones tontas, sino para reubicar sus pasos que fueron embargados, y hacerles comprender
que la razón no combate contra la razón, combate
contra la imprudencia de rehacer las cadenas. 

Es difícil, muy difícil, corregir tus entuertos que 
no hayan fin. Diosdado, debo, a toda costa,
prohibir tu existencia por la gracia de la honestidad. Es
mi deber patear tu culo, y solamente tu culo, constantemente,  
para que al sentarte el dolor te duela.

¡Maldito seas! ¡Maldito seas! ¡Maldito seas!


Ahí vienen los motorizados



En el video se muestra la acción de los "colectivos armados", bandas motorizadas de delincuentes contratadas por el régimen chavista para reprimir a la población venezolana.




Ahí vienen los motorizados,
vienen arrastrándose, ensuciando, maldiciendo, porque no tienen otra lengua.

Vienen echando espuma negra de sus bocas,
vienen 
a embargarnos la alegría
con sus vulgaridades, con sus heces a empastar  
las narices
y nuestras ropas blancas.

¡Contratados para colmar sus estómagos
con el temor que arrodilla al hombre!

¿Quiénes los contratan para colocar el pánico en el mostrador?, ¿quiénes pueden asegurar sus puestos
con la cobardía?, ¿Sabemos quiénes son?

Están allí, detrás de ellos, de los motorizados,
riéndose a carcajadas, luciendo corbatas improvisadas
de fingida doctrina. 

Los motorizados, ¿son personas?, si lo son, no resisten
en el espacio con tal destreza. Vendidos por unos pocos litros de ron o unos cuantos billetes 
que no volarán más allá del fin de semana. 

Aquellas motos, ¡qué máquinas más consumidas y disipadas y revueltas! Ruedan en la calle excretando el estruendo
sobre la calzada. Sombrías motos de pobres cilindradas, que, además, riegan el 
aceite como vómito de su mecánica barata, para salpicar en los ruedos de los pantalones. Pero rugen, rugen como un error desencadenado y fugitivo. Y al rugir, nuestros
oídos se espantan y tratan de huir. 

No es una moto, tampoco son dos, ¿son tres?, ¿cuatro? ¡Son muchas, como cien!, pero, al juntarse, 
se trasmutan   
en un sola acémila mecánica para criminalizar la acera.

Los motorizados, pobres diablos quienes operan
con rebuscada arenga, promesas que no se asolean más allá de la lengua. Nauseabundos
de poco seso, de poca nobleza. Trotamundos queriendo machucar al mundo. Gentes siendo entes que no quisieron reportar sus desenfrenos. 

Se han convertido en la estrategia periódica para atenazar las gargantas del suspiro mítico. Son 
alimañas que infestan las claridades del compromiso. Se han juramentado
para servir y ofrecer, con presión, el estremecimiento
contra quienes estamos para mantener las actividades
de la comunidad. 

Apestan, corrompen, emponzoñan. 

Sus suciedades 
arrojan para que nos sintamos tras rejas. Se inmiscuyen,  
como un obstáculo ferviente, que han abatido las nalgas 
de la señora justicia hace tiempo embargada. 

Impusieron sus abusos como uso de la pauta. Porque han desgarrado los nervios en el mismo momento 
en que eructaron las mañas, los vicios. 

miércoles, 8 de junio de 2016

La risita en la foto con la bolsa









¿Qué  dilata la ingenua que milita?

La risita.



¿Cómo plasma su fe por el 1coroto?

En la foto.



¿Con qué su des(Gobierno) desembolsa?

Con la bolsa.



La verdad, la conducta es ruin y molsa;

piensa la seguidora: «¡me la 2como!»

Se resume el chantaje con aplomo:

la risita en la foto con la 3bolsa.





1 Coroto.- Utensilio, pertenencia, artefacto.

2 De comer. Creer que se está haciendo una acción apropiada

3 Tonto, persona vacía y sin valor, individuo falto de inteligencia.

domingo, 3 de abril de 2016

A la vagina

   
L'origine du monde  1866  Gustave Courbet

   Flácido caracol en secreto. Artefacto que subyuga en manos del súcubo. Partícula del espécimen que  corona en la madurez. Sustancia caliente. Piedra caliente.  Rosa perspicaz. Aro femenino. Refugio indiscreto. Muerte vital. 

   El origen del mundo vino desde ti. Hombres y mujeres, fueron, son, serán huesos  y músculos hasta juntarse los apocalípticos días. 

   La Tierra toda se pobló desde tu determinación, desde tu comarca, y así ha sido desde siglos y siglos. La marcha con que excitas las almas, es exclusiva en los fuegos preconcebidos, hasta olvidarse de las tragedias cotidianas.

   ¿Quién puede cuestionar tu mandato al reventar el atajo?, o ¿Qué cosa, esporádica, pequeña, intolerante, ensaya revolcar tanta memoria?

   ¿Por qué te escondes en la esquina de sal, si sabes a un octubre áspero?

   Luna montada entre los muslos, que al apuntalar la aguja del sol, despeja el espacio para inducir con leña carnal, haciendo que los jugos corporales  excedan los vasos.  Una y otra vez, esta literatura que ensaliva, ha sido el teatro cóncavo bajo el polvo de los días. 

   Se desmorona el acertijo cuando se desenmascara el trazo de tu carnosidad, acompañada o no, con ortiga. Si hay ortiga, se ve la anarquía alegrándose, extendiéndose  con enigmático aroma, computando la fórmula de la genética; sino, el campo es monótono y accidental y helicoidal.

   Eres tan terrestre como la trufa, que elástica, se despierta como puede. 

   Ninguna admiración se impide ante tu magnetismo. No hay espectáculo que determine la circunstancia. No existe, hasta el momento, entidad que rehúse acompañarte en la estepa hiriente de huesos. 

   En el mar, los moluscos son tus devotos y bajo la sábana.  El sacrificio no es ofensivo cuando brotas en tu primavera insolente. 

   Naciste para imperar en el cuerpo. Eres baja pero ascendente cuando es necesario y pedido.

   Sean, por siempre, tus labios voraces.

Epitafio # 01



Varón de burdo concepto,
afamado por su trance.
Expiró, perdiendo el chance,
que ahora hereda un inepto.

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Escudo de Lucevelio