jueves, 24 de noviembre de 2016

Ahí vienen los motorizados



En el video se muestra la acción de los "colectivos armados", bandas motorizadas de delincuentes contratadas por el régimen chavista para reprimir a la población venezolana.




Ahí vienen los motorizados,
vienen arrastrándose, ensuciando, maldiciendo, porque no tienen otra lengua.

Vienen echando espuma negra de sus bocas,
vienen 
a embargarnos la alegría
con sus vulgaridades, con sus heces a empastar  
las narices
y nuestras ropas blancas.

¡Contratados para colmar sus estómagos
con el temor que arrodilla al hombre!

¿Quiénes los contratan para colocar el pánico en el mostrador?, ¿quiénes pueden asegurar sus puestos
con la cobardía?, ¿Sabemos quiénes son?

Están allí, detrás de ellos, de los motorizados,
riéndose a carcajadas, luciendo corbatas improvisadas
de fingida doctrina. 

Los motorizados, ¿son personas?, si lo son, no resisten
en el espacio con tal destreza. Vendidos por unos pocos litros de ron o unos cuantos billetes 
que no volarán más allá del fin de semana. 

Aquellas motos, ¡qué máquinas más consumidas y disipadas y revueltas! Ruedan en la calle excretando el estruendo
sobre la calzada. Sombrías motos de pobres cilindradas, que, además, riegan el 
aceite como vómito de su mecánica barata, para salpicar en los ruedos de los pantalones. Pero rugen, rugen como un error desencadenado y fugitivo. Y al rugir, nuestros
oídos se espantan y tratan de huir. 

No es una moto, tampoco son dos, ¿son tres?, ¿cuatro? ¡Son muchas, como cien!, pero, al juntarse, 
se trasmutan   
en un sola acémila mecánica para criminalizar la acera.

Los motorizados, pobres diablos quienes operan
con rebuscada arenga, promesas que no se asolean más allá de la lengua. Nauseabundos
de poco seso, de poca nobleza. Trotamundos queriendo machucar al mundo. Gentes siendo entes que no quisieron reportar sus desenfrenos. 

Se han convertido en la estrategia periódica para atenazar las gargantas del suspiro mítico. Son 
alimañas que infestan las claridades del compromiso. Se han juramentado
para servir y ofrecer, con presión, el estremecimiento
contra quienes estamos para mantener las actividades
de la comunidad. 

Apestan, corrompen, emponzoñan. 

Sus suciedades 
arrojan para que nos sintamos tras rejas. Se inmiscuyen,  
como un obstáculo ferviente, que han abatido las nalgas 
de la señora justicia hace tiempo embargada. 

Impusieron sus abusos como uso de la pauta. Porque han desgarrado los nervios en el mismo momento 
en que eructaron las mañas, los vicios. 

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Escudo de Lucevelio