Sabe dirigir, ésta Monarca, la verticalidad;
afronta
la realidad de la carne
sin
resumirla,
destituyendo sagazmente el control
terrible
de
la veste.
Amonesta aquello que la candidez
aplaude.
Prosperidad absuelve al caracol cortesano
y a los vasos de luna,
hace
tiempo
obligados
a
dormirse en la sima
de
la
vergüenza.
Delicioso tinte, que transcurre con el auge
dictaminado,
dándole paso al sol
para
que intervenga
con sus flecheros amarillos.
Con
bautizo encendido asciende la
piel,
abandonando
la manzana del ofidio
en
las bocas, como obsequio del rapto.
El
enigma se ha delatado.
La brisa entra en la
madriguera
escapada.
intré-
pida,
reconoce la carne como elemento
para trascender al pecado.
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