¡AY poeta! Esta pena tanto duele,
¡cuán me desuela tu partida pronta!
¡Qué fecha aciaga, hechura del destino!
Íngrimo ahoga.
La efusión en tu postrer libro escrito;
hizo de mi nostalgia, dicha plácida.
Cantares gratos que jamás leí,
gratos a mi alma.
Víte en mis sueños elevarte al cielo
gozoso, guiado por un ángel noble;
y versos de la Biblia te enseñaba
cántico dócil.
Familia, amigos lloran en tu tumba;
postrados te colman con flores grises.
Un eco cunde por las cuatro zonas,
llanto por miles.
Poeta ¿quién cantará el verso diario?
¿Qué extraño bardo vendrá con tu talle?
¿Cuál será su intención, franca o mezquina?
¿Cuál su semblante?
¿Placerme cómo, falto de tus trovas?
No sé atenuar ésta dolencia mía.
¡Oh Señor, dame redención... te ruego!
Palia mi cuita.
La muerte, es suerte final de la vida;
con ella, el juicio a nuestras anchas deudas.
Nos destinamos a ese evento propio.
Muerto el poeta.
(09 de mayo 2.003)
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