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Miss Fernande |
Como
la sombra que hay detrás de la cortina, como el musgo por la humedad
de la piedra, así su cuerpo está disponible
y vigente y sin preocupaciones
por
dar coartadas.
De
un camino a otro camino de blancura, de esa espalda aventurada y
larga que decide no doblarse
por
imposiciones,
no
hay tensiones, no hay nerviosismos,
solo
existe el propósito de enfurecer la monotonía.
En
estos momentos el arrinconamiento no tiene potestad al dictamen
absurdo.
La
incógnita en la carne no posee un ángulo para dominar. Que sean los
ojos
jueces,
y desde allí caiga la sentencia del día.
Como
bandeja la cadera abre, y al abrirse, repercute, provee, condiciona.
Pero por tal conducta
nada
colapsa, ni siquiera los preceptos de la época aunque sea a
escondidas.
Nalgas
palpitantes pacifican por elevarse adecuadamente por ser ejes del
cuerpo. La postura en ellas es tan natural
como
el echarse a dormir por el cansancio.
Embriones
de un entretiempo aglutinado que entre las caderas procuran alargar
un itinerario nocturno y atento.
Una
galería, que defendida con humedad,
con
fuego, que tiene reconocimiento aunque no se vea
en
el primer impulso.
La
desnudez femenina no debe ser un acto circunstancial sino
un
acto cotidiano, un desacato sin difamadores. Que aparezca y
desaparezca para apaciguar tanta energía hacinada, y que ocurra como
la paz pretendida.
Que
no sea como un simple objeto la desnudez, sino una ofrenda.
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