martes, 13 de febrero de 2018

Canto II

Miss Fernande

Como la sombra que hay detrás de la cortina, como el musgo por la humedad de la piedra, así su cuerpo está disponible
y vigente y sin preocupaciones
por dar coartadas.
De una camino a otro camino de blancura, de esa espalda aventurada y larga que decide no doblarse
por imposiciones,
no hay tensiones, no hay nerviosismos,
solo existe el propósito de enfurecer la monotonía.
En estos momentos el arrinconamiento no tiene potestad al dictamen absurdo.
La incógnita en la carne no posee un ángulo para dominar. Que sean los ojos
jueces, y desde allí caiga la sentencia del día.
Como bandeja la cadera abre, y al abrirla, repercute, provee, condiciona. Pero por tal conducta
nada colapsa, ni siquiera los preceptos de la época aunque sea a escondidas.
Nalgas palpitantes pacifican por elevarse adecuadamente por ser ejes del cuerpo. La postura en ellas es tan natural
como el echarse a dormir por el cansancio.
Embriones de un entretiempo aglutinado que entre las caderas procuran alargar un itinerario nocturno y atento.
Una galería, que defendida con humedad,
con fuego, que tiene reconocimiento aunque no se vea
en el primer impulso.
La desnudez femenina no debe ser un acto circunstancial sino
un acto cotidiano, un desacato sin difamadores. Que aparezca y desaparezca para apaciguar tanta energía hacinada, y que ocurra como la paz pretendida.
Que no sea como un simple objeto la desnudez, sino una ofrenda.

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Escudo de Lucevelio