viernes, 9 de febrero de 2018

Canto I

Miss Fernande




¿Qué empuja a la mensajera promulgar sus caderas con desprendimiento?
Calienta la pradera prodigiosa:
Disuelve el pecado de París de un verdor solemen que desorbita.
Orgullosa con sinfonía sólida, entre elasticidades y ondulaciones, propalada con qué naturaleza.
Mármol llevado y que enclaustra, mármol desprendido de madre subterránea que permanecerá hasta que la muerte muerda.
El espejo, como entidad que duplica, toma las densidades del envoltorio de los luciferes, para refractarlas el tiempo que sea necesario.
¿Qué tanto doblaría la castidad con esta hegemonía?
Los rumores de una entrega obstinada del pétalo, del grano cosechado, se ha solidificado como hierro al agua.
Desde el cuello, desatando líneas, hasta los
retazos que gravitan, retazos infantiles y aletargados, se van sumando licencias que la poltrona compensa en noche incontinente.
Fernande, luz de carne, bocado que no se detiene, menoscabas el vacío precedente, que nadie quiso derrotar porque
requería oposición de las leyes.
De ese modo echado el cuerpo, como oleaje, como hilo en espera para zurcir la tela, y suave con tanta comarca
deliberada, chocaría con tratos deshausiados.

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Escudo de Lucevelio