martes, 7 de febrero de 2017

La llegada del mercado


        
Al descampado llegaban los campesinos como menudencias congregándose. Eran gente modesta de pies agostados, gente sin picardía, que a pesar del polvo jalado desde el desierto hasta sus rostros, abanderaban esperanza.
A lomo de bestia aparecían para presentar y asentar sus mercancías.
Era un martes cuando inundaron las esquinas de la plaza, aparejaron carpas, desplegaron cestas abarrotadas de artículos. Poco a poco, de lugares cercanos llegaron otras gentes, y los regateos se tendieron, envolviendo un cúmulo de palabras ascendentes, y los trastos se hicieron incontables.
Para ese día la crónica me dejó un espacio suficiente para la nostalgia.
Así me sorprendiste, Palestina, anudándome al testimonio de tu costumbre. Volviéndome otro viajero entre la muchedumbre para tropezar en los rincones del 1zoco y disiparme en la hora.
Fue gustoso que el azafrán, esa semana, haya violentado el aire, y no el fusil la tranquilidad de las palomas.
Emprendida la feria, los 2maâlem se asomaron con sus frentes goteadas de años. Seres sencillos que prefirieron herirse con la complejidad de los oficios de edades herméticas. Jerarquía y empeño en la dinámica de los utensilios fue su fundamento, su fuente para corroborar que las manos se mantienen airosas sin los aparatos. Sin mucho desvelo trajeron la arcilla desde la sequía hasta la humedad, destacando los torsos abultados de las vasijas que no bajaron inútilmente de los anaqueles. También el metal dulcificado por el fuego, reconvertido en figura tornadiza. 
A otro rincón, se situaron los cultivadores, aún se les podía oler las uñas orilladas al nitrato y al humus. Se escoltaron detrás de la frescura, desplegaron el abanico que los huertos habían sazonado. Con tanto aroma acomodado de vegetales y frutas no fue difícil desjarretar el lastre que venía doblando mi espalda.
En un soplo advertí la extensión de los oasis en las leyendas y una parte vino a cantar y encantar a mi olfato.
Los dátiles fueron guarismos deliciosos, las especias, el mejor sudario para resguardar los platillos (cuántas mesas, ante la espera para los almuerzos, trepidaron).
Joyas labradas y sedas arrancadas del cielo también se entendieron.
En otros países los mercados ya están armados, se sienten inmóviles entre tanto abarrote, pero los tuyos Palestina, son hermosos, ardientes, con un toque de hermetismo y astucia.
Y así fue que la gente se alegraba, y el orgullo palestino se enarboló como estandarte.

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1Mercadillo tradicional de los países árabes.
2Maestro de materiales de artesanía o las artes.

           



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Escudo de Lucevelio