Encontrar en tus ojos
-¡serenas drupas!-
pan y principio
Dormir en el campo
de tus caderas
y así tutelarte
Abonar en tus pechos
con arancel de mi boca
fundada
Recurrir a tu piel
cuando el temor
me sobrevenga
Estar en tu sal
que nunca se pierde
satisfactoria
Pensar en retenerte
aún sabiendo
de tal delito
Condenar la falta
por aquéllas semanas
en silencio
Inmolar la pena
que estuvo en ti
menguando el cultivo
Llevar tus manos
donde el árbol festivo
se une a la tierra
Dar las legumbres
de cuya simiente
trepa a tu sonrisa
Beber de la copa
del cosmos
su líquido inagotable
Hacer de las banderas
lienzos
para cubrir tus elipses
Armar el baúl
y guardar ese aliento
que me anima
Renovar la paz
con cada estambre
de tu cabellera
Brindar por esas piernas
que han sostenido
tanta eminencia
Lograr de tus prados
flor precisa
para la orbe terrible
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